Nadie puede elegir la familia que tiene,
eso lo sabemos. Existen familias muy sanas y favorables en las que educan a sus
hijos estableciendo normas de manera democrática y dándoles el cariño y la
comprensión que necesitan. En cambio, en otras familias no se establece la
relación entre los miembros de la misma forma, es decir, no son capaces de
establecer una estabilidad emocional en sus hijos, sino que prefieren imponer,
agobiar y de esta forma anular su individualidad.
Cuando llegamos a una edad adulta,
nuestra forma de ser no solo está limitada por la familia en la que nacemos, también
influyen otros factores como las otras relaciones que mantenemos fuera de casa
y el ambiente en el que nos desenvolvemos. Pero sin lugar a dudas, la persona
que haya crecido en una familia disfuncional tendrá que poner más de su parte
para fomentar hábitos positivos, mientras que en otras personas ya forman parte
de su ser, por haber crecido dentro de
una familia más saludable.
Centrándonos en las familias agobiantes,
se puede decir que las relaciones que se establecen dentro de ellas, son las
llamadas relaciones tóxicas.
Desde que somos pequeños necesitamos
establecer vínculos con nuestros familiares, padres, abuelos, hermanos, lo
necesitamos porque ellos nos trasmiten la confianza y seguridad necesaria para
que exploremos nuestro entorno. Estos vínculos que establecemos pueden ser
positivos y animarnos a explorarlo a través de la tranquilidad que nos generan,
o por el contario, puede volvernos personas con una baja autoestima o inseguras
de sí mismas.
Hablamos de aquellas familias que básicamente no logran
crear un entorno seguro para sus hijos y se convierten en altamente toxicas, ya
que llegan al extremo de anular a sus miembros, sobre todo a los niños, bajo
una manta de sobreprotección, que a la larga, resulta más que agobiante.
Los padres de estas familias suelen
interferir continuamente en los aspectos de la vida de sus hijos. Desde su
infancia, ellos imponen sus normas, como tienen que hacer las cosas, ver la vida
y cuando se convierten en personas adultas y quieren salir del nido, estos
padres quieren y necesitan ejercer el mismo control ¿Qué consecuencias tendrá
todo esto?, pues dará lugar a una cantidad importante de disputas, ya que el
hijo lógicamente reclamará la libertad que le corresponde y que legítimamente le
pertenece.
Estos padres, generan una relación
ansiosa de sus hijos hacia ellos, basada una excesiva protección, que les
llevará a que no puedan enfrentar riesgos, coartando de esta forma su autonomía
e independencia. Este tipo de relación con el tiempo genera gran sufrimiento
emocional, que afecta tanto a hijos como a padres, y será cada vez más difícil que puedan
relacionarse sin llegar a una discusión.
¿Pero cómo son capaces los padres de
llegar a manipular a su hijo cuando es adulto? La respuesta es más sencilla de
lo que creemos, ya que simplemente utilizan los mismos trucos que usaban cuando
sus hijos eran pequeños, consiguiendo que de esta forma, sientan culpa cuando sean mayores y de la
cual le es casi imposible escapar.
Casi todos nos hemos encontrado ejemplos
de este tipo de familias, como cuando hemos visto que intentan convencer a sus hijos para que cambien sus planes, ya
que casi le exigen que deben estar presentes en todas las reuniones familiares,
cuando les imponen que les expliquen que les ha llevado a tomar a sus hijos
esta o aquella decisión, incluso asumiendo el papel de víctima porque sus hijos
dejan por un tiempo de visitarles y exageran, se enfadan, les dejan de hablar,
simplemente porque no les visitan tanto como ellos quisieran, cuando son
capaces de interponerse en una relación de pareja, porque ya no pueden ejercer
el mismo control sobre su hijo.
Pero basándonos en los aspectos más básicos
de lo que es una familia agobiante, podemos resumirlos en los siguientes
puntos:
- No desean la independencia y autonomía de sus hijos, ya que prefieren limitar sus potencialidades.
- Intentan imponer su punto de vista, impidiendo que sus hijos tomen sus propias decisiones.
- Intentan manipular emocionalmente para que sus hijos se sometan a sus deseos y necesidades.
También nos podemos encontrar el caso en
el que dentro de una misma familia, alguno de sus miembros sea objeto de
manipulación, o de este tipo de crianza y el resto de hijos no hayan estado
sometidos bajo la misma presión. Se puede deber a factores como ser el
primogénito o el más pequeño, enfermedades en el hijo, o disrupciones matrimoniales.
¿Se puede hacer frente a este problema?
, la respuesta es afirmativa, pero con resultados a largo plazo.
Nos podemos encontrar con padres que son
agobiantes sin darse cuenta de ello, ya que lo único que pretendían bajo su
perspectiva era demostrar más amor, en estos casos, que es el más sencillo, una
simple charla entre los miembros de la familia haciéndoles saber que necesitas
más espacio personal y libertad, será suficiente para que ellos lo comprendan.
Sin embargo, también nos encontramos con
aquellos casos en los que para los hijos imponer su punto de vista se convierte
en algo sumamente difícil ya que no pueden relacionarse con sus padres sin
discutir, puesto que quieren seguir interfiriendo continuamente en las
decisiones y en su vida en general. Si nos encontramos ante estas personas a las
que le cuesta dar su brazo a torcer, la única manera y la mejor, es adquirir
una actitud firme y no ceder ante sus chantajes emocionales. Hablando de forma
decidida y clara, intenta hacerles ver que ellos son bienvenidos para que den
su opinión, pero que no pueden decidir por ti, y que aunque los quieres y son
insustituibles, no soportas la presión a la que te encuentras sometido.
Las primeras veces van a ser muy
complicadas, y tendrás que estar preparado para que te lluevan recriminaciones,
chantajes, ellos adquirirán el papel de víctima e intentaran hacerte sentir el
malvado de la película y culpable por hacerles eso. Aquí recomiendo que no
retrocedas porque si vuelves hacia atrás, habrás perdido DEFINITIVAMENTE la
batalla. Si sigues tu camino, con el paso del tiempo, descubrirán que ya no
eres el niño que eras, al que tenían que sobreproteger, entenderán que eres una
persona adulta y que necesitas tu espacio para desarrollarte y crecer como
persona, pero sobre todo, para que PUEDAS VIVIR TU VI
En el próximo artículo trataremos de ver que es el chantaje
emocional, no os lo perdáis.
Es muy complicado, como padre, encontrar el equilibrio. Hay situaciones en las que ves que tu hijo va a darse el 'batacazo' y no sabes si es mejor anticiparse y evitar que sufra, o dejar que aprenda de la mala experiencia por si mismo. Si optas por la primera opción, sin darte cuenta, vas a tratar de guiarle la vida continuamente, eliminando su libre albedrío. Pero el problema surge cuando optas por la segunda opción y dejas que se pegue el batacazo. Siempre te vas a recriminar que no has actuado correctamente. Si encima te lo reprocha tu hijo, no te digo cómo te puedes sentir.
ResponderEliminarEn fin, creo que el problema hay que enfocarlo desde las dos perspectivas, es decir, como hijos y como padres.
Como siempre, gracias por las aportaciones tan interesantes que nos trasladas.
Efectivamente la perspectiva del los padres y del hijo no siempre coinciden. Aquí nos hemos centrado en como poder establecer límites de una manera democrática.
ResponderEliminarEs imposible controlar todas las facetas de la vida de los hijos, y no siempre es recomendable, ya que tanto control puede llevarle al menor a la rebeldía. Establecer normas democráticamente, se refiere a que siempre que demos instrucciones, ordenes, prohibiciones, es recomendable en ese mismo momento explicarle los motivos de tales decisiones y escuchar su opinión, para ver de esta forma si ha entendido nuestra postura. De lo contrario, el menor lo interpretará como una lucha de poderes entre él y sus padres.
En próximas entradas trataremos más temas de la familia. Muchas gracias por tu aportación. ;)